Una acción social integral, debe ser consecuencia de una transformación interior de las personas. No son cosas distintas, sino que ambas deben estar integradas en una visión unitaria del ser humano.

Decía el Documento de Puebla: Tenemos conciencia de que la transformación de estructuras es una expresión externa de la conversión interior. Sabemos que esta conversión empieza por nosotros mismos. Sin el testimonio de una Iglesia convertida serían vanas nuestras palabras de pastores. DP 1221


 

Conversión cristiana
Evangelii gaudium 182

Sabemos que Dios quiere la felicidad de sus hijos también en esta tierra,
aunque estén llamados a la plenitud eterna,
porque Él creó todas las cosas
«para que las disfrutemos» (1 Tm 6,17),
para que todos puedan disfrutarlas.

De ahí que la conversión cristiana exija
revisar «especialmente todo lo que pertenece
al orden social y a la obtención del bien común».


 

Para un análisis podríamos distinguir las dimensiones del hombre como esencias platónicas separadas, distinguir en los hombres lo individual y lo social y en cada ser humano lo material y lo corporal, lo anímico y lo espiritual, lo temporal y lo eterno, pero la realidad del hombre es siempre compleja y no podemos hacer apartados. Podemos distinguir pero para unir, como decía Jacques Maritain.

Es algo bastante común, en todas las ramas del saber humano, el querer dicotomizar la realidad, el separarla, distinguiendo y aun contraponiendo, olvidando alguna dimensión en provecho de otra, o intensificando alguna de ellas en perjuicio de las demás.

Esto sucede también en los planes pastorales. Muchos proyectos de pastoral, visualizan parcialmente al hombre total. Desde la Evangelli Nuntiandi se evitan estas dicotomías aún en el mismo contenido de la Evangelización.

Así, de la salvación, se dice en EN 27 que “comienza ciertamente en esta vida, pero que tiene su cumplimiento en la eternidad”. El verdadero destino del hombre no se agota en su dimensión temporal, pero tampoco olvida ésta.

Es un mensaje que afecta toda la vida: “La Evangelización no sería completa, si no tuviera en cuenta la interpelación recíproca, que en el curso de los tiempos se establece entre el Evangelio y la vida concreta, personal y social del hombre. Precisamente por esto, la Evangelización lleva consigo un mensaje explícito, adaptado a las diversas situaciones y constantemente actualizado sobre los derechos y deberes de toda persona humana… sobre la vida familiar, la vida comunitaria en la sociedad, sobre la vida internacional, la paz, la justicia, el desarrollo; un mensaje, especialmente vigoroso en nuestros días, sobre la liberación”. EN 29

“Dios en Cristo no redime solamente la persona individual, sino también las relaciones sociales entre los seres humanos”. Ante diversas situaciones que manifiestan la ruptura entre hermanos, nos apremia que la fe católica de nuestros pueblos latinoamericanos se manifieste en una vida más digna para todos. El rico Magisterio social de la Iglesia nos indica que no podemos concebir una oferta de vida en Cristo sin un dinamismo de liberación integral, de humanización, de reconciliación y de inserción social. DA 359

“Toda auténtica misión unifica la preocupación por la dimensión trascendente del ser humano y por todas sus necesidades concretas, para que todos alcancen la plenitud que Jesucristo ofrece”. DA 176

Debe quedarnos claro la relación que se establece entre Evangelización y liberación, entre Evangelización y el proceso de transformación de las personas, las familias, la sociedad, que es fruto de toda auténtica Evangelización.

Una Evangelización no queda en algo intimista. No puede tomar en cuenta lo espiritual y olvidar lo material. No puede descuidar la dimensión temporal y social del hombre.

Cuando la Evangelización es real, trae como fruto la renovación de la humanidad y la transformación de las estructuras. Convierte la conciencia personal y colectiva de los hombres, las actividades en las que estamos comprometidos y su ambiente concreto. En cada individuo cambian los criterios de juicio, los valores determinantes, los puntos de interés” EN 18 y 19.

En Evangelii nuntiandi, el Papa Paulo VI, insiste en que hay relaciones muy estrechas entre Evangelización y liberación social, pero no las confunde. Dice: “La Iglesia asocia, pero no identifica nunca liberación humana y salvación en Jesucristo”. EN 35. En Puebla se habla de Evangelización liberadora. Evangelización es el sustantivo y liberadora el adjetivo. Ninguno de los dos debe faltar, pero no son sinónimos.

Además “no toda noción de liberación es necesariamente coherente y compatible con la visión evangélica del hombre, de las cosas y de los acontecimientos” EN 35. Hay que tener, como dice Puebla, un balance, una relación equilibrada: ante Dios como hijos, ante Jesús como siervos de que El es el Señor, ante el mundo como señores y ante los hombres como hermanos. No es posible que intensifiquemos un solo nivel de relación en perjuicio de otros.

Hay prioridades, pero prioridad no significa separación, hay jerarquización pero ella no tiene por qué engendrar polarizaciones. En todo proyecto de pastoral deben integrarse, equilibrarse esos tres niveles, las tres dimensiones de relacionalidad que tiene todo cristiano.

Hay prioridad de lo espiritual. Evangelli nuntiandi es clara en esto: “La Iglesia considera ciertamente importante y urgente la edificación de estructuras más humanas, más justas, más respetuosas de los derechos de la persona, menos opresivas y menos coercitivas, pero es consciente de que aun las mejores estructuras, los sistemas mejor concebidos, se convierten pronto en inhumanos, si las inclinaciones inhumanas del hombre no son saneadas, si no hay conversión del corazón y de la mente por parte de quienes viven en esas estructuras o las rigen”. EN 36

“Evangelizar, significa para la Iglesia, llevar la Buena Nueva a todos los ambientes de la humanidad” y por el influjo de ello “transformar desde dentro, renovar a la misma humanidad”. “La verdad es que no hay humanidad nueva, si no hay hombres nuevos, con la novedad del bautismo y de la vida según el Evangelio. La finalidad de la Evangelización es, por consiguiente, este cambio interior”. EN 18.

“La Iglesia evangeliza cuando por la sola fuerza divina del Mensaje que proclama, trata de convertir al mismo tiempo la conciencia personal y colectiva de los hombres, la actividad en la que ellos están comprometidos, su vida y ambiente concretos”. EN 1

En último término, “lo que importa es evangelizar no de una manera decorativa, como un barniz superficial, sino de manera vital, en profundidad y hasta sus mismas raíces, la cultura y las culturas del hombre” EN 20, entendiendo cultura en el sentido antropológico que le dio el Concilio en la Gaudium et Spes como la totalidad de lo que el hombre realiza y produce.

Hay pues, en todos estos textos, una visión integral evangélica del hombre, no una visión puramente económica, sociología o sicológica, como decía Puebla. Se necesita la visión de la revelación para darle al hombre su adecuada profundidad y trascendencia.

Es a ese hombre total, al que hay que salvar. Ese hombre visto así es el objeto de una pastoral integral que evita polarizaciones y que busca una transformación social, a partir de la transformación espiritual.

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